Puerto y Villa
Puerto y Villa
Para realizar el proyecto, Pesqueira
formó una Comisión Científica integrada por sonorenses y encabezada por el
guaymense Tomás
Robinson quien dos años después presentó el
resultado. La creación de este puerto tenía entre otros objetivos proteger la
frontera del expansionismo anglosajón, regular el tráfico clandestino de
mercancías al establecer una aduana, y activar la amplia zona agrícola-
minero-ganadera del desierto sonorense (Altar; Caborca
y Pitiquito).
Las condiciones de clima, agua y otros recursos eran favorables y
se contaba con una amplia zona para desarrollo adyacente a la ciudad. La ciudad
tendría 12 mil hectáreas, trazo cuadriculado, todo tipo de servicios y el eje
que le daría vida sería un ferrocarril proviniente
del norte.
Los promotores de la idea eran Juan A. Robinson
y su hijo Tomás, dueños además de los terrenos. El proyecto no se realizó por
la muerte inesperada de Tomás y la inestabilidad que provocó la intervención
francesa.
Justificación del proyecto
Durante la década de los años sesenta
del siglo XIX, convulsa la república a causa de la guerra de Reforma y la
intervención francesa, el estado de Sonora como otras entidades del norte del país,
experimenta una relativa autonomía política. En esta coyuntura de inestabilidad
republicana que propició el relajamiento de los controles ejercidos por el
gobierno central sobre los poderes regionales, las elites o grupos de poder en
control del gobierno local ensayaron una política de corte liberal.
Esta prematura versión regional de
liberalismo se manifestó en el impulso a una política de apertura al capital
extranjero; en el fomento a la libertad de comercio; en el reconocimiento a los
derechos individuales, que asegurara la propiedad privada sobre cualquier otra
forma de tenencia de la tierra; en la definición de una legislación laboral,
que pretendía un marco contractual para la relación entre el capital y el
trabajo y en los afanes por hacer ciudadanos a los indígenas y convertirlos así
en propietarios individuales. Todo ello debidamente plasmado en sus leyes. No
es exagerado señalar que en esta tierra, lejana y aislada del centro del país,
se ensayaba el proyecto liberal plasmado a escala nacional en
El otro elemento significativo en esta
coyuntura, quizás con una corriente más fuerte para arrastrar tras de sí a las
áreas adyacentes, fue el surgimiento del mercado transfronterizo
entre Sonora y Arizona, cuya influencia se sentía en las más lejanas goteras de
este estado norteño. En efecto, los trabajos mineros y el desarrollo de la
agricultura en Arizona, consecuencia de la firma del tratado de
Como dejamos ver en líneas arriba, el
mayor impacto de esta relación económica ocurrió en Sonora, debido a esta vida de frontera y a la dependencia de
Arizona con respecto al mercado de California, con rumbo al vecino país, el
gobierno de Sonora, con el general Pesqueira a la
cabeza, decretó en 1859 la apertura de un puerto nuevo. Esta rada se
aprovecharía para el embarque de minerales con destino al mercado
norteamericano y europeo. El puerto quedó ubicado en la parte norte del golfo
de California, en un punto llamado
Misión
Apenas emitido el decreto, mediante el
cual nació el Puerto de
Para las elites de Sonora, Que
acompañaban en el poder a Ignacio Pesqueira, la
creación de Ciudad Puerto Libertad Tenía, entre otros objetivos, proteger la
frontera en la parte norte del golfo de California, amenazada por el latente
expansionismo anglosajón; poner, mediante el establecimiento de una aduana, en
dique al tráfico clandestino de mercancías que por la costa y el desierto
hacían grupos de ambos lados; activar una amplia zona agrícola-minero-ganadera
el desierto sonorense, perteneciente al distrito de Altar y aprovechar con
oportunidad atingencia el jugoso mercado que vertiginoso se abría en Arizona.
El proyecto –ambicioso y estratégico para su época- de
Ciudad Puerto Libertad, en forma particular pretendía dar vida a las
poblaciones de Altar, Caborca y Pitiquito; es decir,
servir de punta de lanza para el desarrollo regional de una zona dilatada. Con
la construcción de este moderno espacio urbano-portuario se lograría que los
productores del desierto exportaran la cosecha de trigo, fruta y carne seca,
queso y mantequilla. Los mineros tendrían una salida fácil para sus metales y
atraerían capitales para invertir en su ramo. Además, ampliarían las relaciones
comerciales por mar y tierra más allá de las fronteras. Igualmente, existían
expectativas de fomentar el poblamiento con
inmigrantes, pues según su parecer, el puerto sería una villa segura para gente
dispuesta al trabajo y a la industria.
En los argumentos y bondades del
proyecto se manejaba que en la superficie de 37 mil hectáreas, adyacente a la
villa o ciudad, había terrenos baldíos con un futuro promisorio pues contaban
con agua abundante, disponibilidad de huertas y ejidos para el pasto de ganado
y corte de leña y, por si fuera poco, un área abundante en placeres de oro en
espera de una mano prodigiosa. Además, había cal, tierra arcillosa propia para
adobes y ladrillos, todo en abundancia para construir edificios y casas; sin
faltar la piedra calcárea de diferentes colores para usarla en mampostería.
El clima era benigno con un aire puro y
una atmósfera clara; existían también aguas minerales o termales, especiales para
que “concurran los achacosos de otros lugares”.
Descripción
La
extensión territorial de la ciudad puerto se proyectó en 12 mil hectáreas y fue
dividida en 41 manzanas con dimensiones diferentes, con un trazo cuadriculado
que indicaba una ocupación del suelo
diferente a la conformación típica de los pueblos sonorenses.
En el plano de la ciudad se cuidó de
separar los edificios de gobierno de los dedicados al culto religioso.
Seis se consideraban las plazas públicas
destinadas al comercio, recreación y culto cívico o religioso: la de armas,
catedral, comercio mercado, el parque Pesqueira y la
alameda.
Los edificios públicos proyectados eran:
un hospital, la prefectura, juzgado, correo, cuartel, palacio municipal,
escuela, teatro, aduana y cárcel.
El eje que daría vida a la ciudad sería
un ferrocarril proveniente del norte que atravesaría la población hasta llegar
al muelle, donde se ubicaría la aduana; aunque sin partir la ciudad en dos, sin
duda sería la columna vertebral de su economía.
En un extraño eclecticismo histórico, no
propio de la mentalidad liberal de la poca, definieron la nomenclatura de sus
calles y avenidas. Lo anterior explica los nombres asignados a las cuatro
calles más anchas: Cortés, Moctezuma, Hidalgo e Iturbide, y el reconocimiento a figuras de a Iglesia, como Kino.
En un alarde de unidad nacional, para
las calles que corrían al noreste propusieron nombres de los estados; y para
las rúas trasversales nombres de ciudades y pueblos de Sonora. En el centro, en
donde se levantaría la plaza de armas, e fijó un obelisco de madera en honor al
general Ignacio Pesqueira y a Tomás Robinson, este último Jefe de
Epilogo
Juan A. Robinson
y su hijo Tomás Robinson: En
este par de fichas biográficas está la respuesta de la suerte o destino que
siguió el proyecto de Ciudad Puerto Libertad, que, se convirtió en una de las utopías regionales
del siglo XIX. Ahora bien, es preciso detenernos en los autores intelectuales,
que suponemos le vendieron la idea de tal empresa al gobernador Pesqueira: Juan A. Robinson y su
hijo Tomás. El señor Juan A. Robinson, originario de
Nueva York, arriba a Sonora en 1821, se ubica por
unos años en Álamos, y se dedica a la minería. En 1833, gracias a las ganancias
que obtiene en las minas establece un comercio en Guaymas,
lugar donde fija su residencia, y al paso del tiempo se convierte en un
comerciante acaudalado. Durante veinte años fue agente consular de Estados
Unidos, razón por la cual se le señalaba como dirigente del Partido Anexionista
Americano. Era dueño del territorio donde se proyectaba la edificación de
Ciudad Puerto Libertad, de ahí que tal vez había razón cuando observadores o
espías franceses intervencionistas lo señalaban como una persona de grandes
planes especulativos.
Tomás Robinson,
presidente de a Comisión, nació en Guaymas y se
dedicó, bajo cobijo del padre, al comercio. Entre 1854 y 1866 jugó varios roles
en la milicia y en la política local. En 1854, como capitán del Batallón de
urbanos, fue condecorado por sus méritos militares en la defensa de Guaymas en contra de los filibusteros franceses. Ocupó el
cargo de diputado en 1861, el de prefecto de Guaymas
en un par de ocasiones: en 1858 y 1864. En la segunda etapa de prefecto dio
muestra de espíritu republicano, al defender al puerto de la intervención
francesa. Un par de máculas perseguían su vida política: su vocación pro
norteamericana por influencia del padre y su participación en la invasión o
affaire del vapor inglés Mutine, cuya tripulación
penetró en 1862 en la zona comercial de Guaymas, para
proteger los intereses del señor Robinson de un
embargo por adeudo de impuestos decretado por el régimen de Pesqueira.
Esto último le costó el cargo de diputado por Guaymas
en el congreso local. Un mal gastrointestinal corta de golpe su vida en 1866 en
plena intervención francesa, dejando en vilo su sueño colonizador. Es posible
observar que estaban muy imbricados los intereses de la familia Robinson en el proyecto urbano Portuario que nos ocupa.
Apropósito del fracaso u olvido del
proyecto, podemos hacer las siguientes conjeturas: la muerte inesperada de
Tomás Robinson, su más entusiasta e interesado
promotor; la inestabilidad económica y política que causó la intervención
francesa en Sonora en los años de 1865-66; el abandono del proyecto por parte
del patriarca de la familia Juan A. Robinson, quien,
tal vez dolido por la muerte de su primogénito y afectado en sus intereses
económicos por la guerra con los franceses, se muda a San Francisco,
California, en donde se dedicó los últimos años de su vida al ramo hotelero.
En suma, el proyecto fracasó y quedó en
el olvido poniendo en evidencia cierto afán de especulación de sus más
decididos promotores: los Robinson; además, pone al
descubierto que en tal empresa estaban involucrados el gobierno y los
particulares.
Del interesante proyecto sólo quedó
-suponemos que durante algunos años- el peeequeño obelisco como constancia de un
sueño, que hubiera adelantado el futuro de las poblaciones del desierto de
Sonora.
Hoy Puerto Libertad es un espacio
compartido por pescadores y empleados de