Pobladores originarios de las
costas de Sonora y nómadas hasta hace menos de un siglo, se salvaron del
exterminio
Mujer seri durante la recolección de pitayas
Punta Chueca y El
Desemboque, Son. Aquí, donde se juntan el mar y el desierto, es el territorio
de la nación seri. Es un paraíso calcinante que los
vio arribar, integrarse y expandirse como etnia desde tiempos inmemoriales;
después, ser perseguidos, estar al borde de la extinción y pasar, no hace ni un
siglo, de la vida nómada a la sedentaria.
Este paraíso es
además el escenario actual de un proceso de transformaciones culturales seris que no desea excluir ciertos aspectos de la
globalización, pero tampoco la cohesión comunitaria, la identidad y las
reivindicaciones autonómicas que marcan una explícita diferenciación de ellos
con ''los mexicanos".
Primera luna nueva
del verano
Durante el 30 de
junio y el primero de julio las autoridades tradicionales de los seris o comcá'ac de Punta Chueca
y El Desemboque, las dos únicas comunidades de este pueblo indígena de entre
700 y 900 personas en total, encabezaron la celebración del Año Nuevo
tradicional, que llega con la primera luna nueva del verano.
''La fiesta del
Año Nuevo seri ha sido consolidada como un espacio
escénico donde los símbolos de orgullo y desafío de esta cultura hacia Occidente
se han desplegado con mayor intensidad", dice el etnólogo Rodrigo Rentería, y agrega:
''Esas dos noches
la nación comcá'ac celebra su persistencia y desafía
lo venidero.''
Presenciar la
fiesta del Año Nuevo seri ha sido como abrir una
ventana para otear el complejo entramado cultural, económico, político y social
de los comcá'ac, palabra que quiere decir ''la
gente". Según una de varias versiones, ''seri"
es un vocablo yaqui que designa a la ''gente de la arena".
Danza de mujeres seris (gente de arena), en círculo, durante los festejos del Año Nuevo tradicional, en El Desemboque.
''Modernidad" acechante
Aquí, en este
paraíso de la costa de Sonora, en el Golfo de California o Mar de Cortés, en
211 mil hectáreas otorgadas por decreto presidencial para su uso exclusivo hace
tres décadas, incluida la isla del Tiburón, la más grande del país, los comcá'ac se adaptan a la vida sedentaria a la que fueron
orillados poco a poco.
Ya casi no
practican la caza y se ha reducido la recolección de frutos y semillas del
desierto, pero aún dependen en gran medida de la pesca, que ahora comercializan
mediante una cooperativa surgida durante el gobierno de Lázaro Cárdenas.
A los visitantes
les venden sobre todo collares de conchas, caracoles y semillas, figurillas de
animales en palo fierro y piedra, canastas
tradicionales o coritas y paseos en sus lanchas de
motor.
Las antiguas y
pequeñas viviendas seris de arcos de ramas de ocotillo y cubiertas de yerbas, llamadas haco ahemza, ya
sólo se utilizan en las festividades.
Desde hace algunas
décadas la mayoría habita casas construidas con bloques de cemento y otros
materiales ''modernos", calurosas en verano y frías en invierno.
Como nómadas, los comcá'ac gozaban de libertad de movimiento en
''bandas" o clanes, los cuales convivían y a veces se enfrentaban entre
ellos y contra otras tribus como los pápagos. En un
tiempo el territorio seri abarcó más del doble del
actual.
Después los comcá'ac se opusieron a la evangelización y a su control en
misiones y lucharon contra los colonizadores europeos y mestizos, a quienes,
según el investigador Edward Moser,
a veces les robaban ganado.
Como sedentarios
han dejado de padecer la persecución de fuerzas militares coloniales y luego
nacionales, que en el siglo XVIII los llevó a sublevarse unidos a los pimas y en el XIX los redujeron hasta casi exterminarlos.
A los hombres los
asesinaban y a las mujeres y niños los deportaban hacia el sur. Fueron tiempos
de tragedias familiares y étnicas aún no investigadas. Se sabe que a principios
del siglo XX sólo quedaban unos 130 seris.
Hoy el
hostigamiento reviste otras formas, como las incursiones de
Abundancia en la
aridez
Otros retos de la
''modernidad" son la pérdida de identidad y el consumo de drogas por parte
de un sector de jóvenes. Aunque en las dos comunidades no se vende cerveza u
otro tipo de alcohol.
Lo que sí se
comercializa son ''sodas" (refrescos), golosinas chatarra y alimentos
enlatados, que han generado, según diversos informes, problemas de salud como
obesidad, diabetes, caries y desnutrición. De ahí otro problema de las dos
comunidades seris: la falta de manejo de la basura
inorgánica, sobre todo plástica, que invade calles y monte.
Punta Chueca se
localiza
Frente a Punta
Chueca se despliega impresionante la isla del Tiburón, reserva ecológica
también de uso exclusivo seri que mide unos 30 por
Zona continental e
isla, separadas por el Canal del Infiernillo, ofrecen un paisaje de montañas,
desierto, playas y manglares, hábitat de una gran variedad de cactaceas, águilas, pelícanos, gaviotas, tortugas,
delfines, ballenas, lobos marinos, coyotes, serpientes, venados y borregos
cimarrones.
Una vez al año los
seris subastan a cazadores estadunidenses
cuatro permisos para matar al borrego cimarrón. Cada permiso cuesta 90 mil doláres, recursos que en parte de distribuyen a cada uno de
los pobladores, quienes reciben en promedio mil dólares al año por ese ingreso.
Fiesta y naturaleza
Las festividades
del Año Nuevo seri se habían dejado de practicar por
tres décadas y se recuperaron en 1985 gracias al trabajo de ancianos y
promotores culturales de la tribu, en coordinación con
Es la única
celebración calendarizada, pues las demás, como la
fiesta de la pubertad por la primera menstruación de las mujeres, la llegada de
la tortuga de los siete filos o ciertos rituales practicados en la cueva de un
cerro, se suceden según variables de la naturaleza y de necesidades de
meditación.
Madurez y sabiduría
Otra fiesta
importante sin fecha fija es la que se celebra cuando una mujer concluye la
elaboración de una corita o canasta grande (hat hanoc cacoj), tejida con la fibra del arbusto conocido como
torote.
Es el saaptim, ''tejer mientras duerme el niño", pues
la canasta se crea en silencio y de manera casi secreta con dos grandes agujas
de hueso de pata de venado. Si en algún momento surge algún rechinido, el
tejido debe suspenderse de inmediato, juntar dinero por algún tiempo y
organizar una celebración de cuatro días para poder continuar.
La fiesta mayor
sucede al concluir la canasta, con la participación de padrinos. La calidad y
tiempo de elaboración de las coritas es tal que una
de regular tamaño llega a costar hasta 50 mil pesos, precio que casi sólo pagan
coleccionistas extranjeros.
De cualquier modo,
ninguna festividad seri tiene elementos de las
religiones cristianas, pues los comcá'ac nunca
pudieron ser evangelizados por los católicos. Por otra parte, y como recuerda
el etnólogo Rodrigo Rentería, su mundo simbólico y
ritual es un universo casi inexplorado